lugares vividos


o galo dos olhos
Llego en la mañana, una mañana tibia, cuando el sol apenas asoma por encima de los pinos.
A la vista se extienden, en un gozoso contraste de sombras y luces que intensifican los relieves, los valles y las cumbres de la Sierra.
La Sierra de Francia, claro.
Abro la puerta. La luz se derrama desde los altos ventanales, inunda el espacio y lo barniza con tonos dorados y blandos.
Se detiene con calma sobre las maderas dormidas y me abraza con aromas de resina de pino.
A mi se acerca la quietud, la serenidad del taller en reposo, como un mastín noble.